Mensaje del Padre Manuel
Ha resucitado como dijo, ¡aleluya!
¡Nuestro camino de Cuaresma ha terminado! ¡Cristo ha resucitado como él dijo! ¡La muerte es devorada en la victoria! (Cor 15:54)
Durante 40 días hemos caminado preparándonos para la renovación que nos ofrece la Pascua. Rezo para que las gracias recibidas durante la Cuaresma, nos ayuden a ser mejores seguidores de Jesús el Cristo.
El relato de la resurrección en el Evangelio de Juan (Juan 20, 19) dice que los apóstoles estaban reunidos con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Jesús se les apareció y les dijo: "La paz esté con ustedes". Siete días después, todavía con las puertas cerradas (Juan 20, 26), Jesús se les aparece y les dice de nuevo "La paz esté con ustedes". En el Evangelio según Marcos (16, 1-7) encontramos que las mujeres que fueron al sepulcro comprobaron que estaba vacío, que un joven vestido de blanco les anunció que Jesús no estaba allí, que había resucitado.
Las puertas estaban cerradas por miedo. El miedo de los apóstoles no era infundado. Temían que lo que le había sucedido a Jesús, les sucediera a ellos. No tenían todavía el valor de salir y proclamar a todo el mundo la buena nueva de la salvación. El miedo era real. Nosotros también sufrimos muchos miedos, algunos son fobias que nos paralizan; otros son miedos que nos advierten del peligro que nos rodea. Están los miedos que nos vienen por las cosas sobre las que no tenemos control: la salud de un ser querido que disminuye; la violencia armada que aumenta; la guerra y el hambre en el mundo; la división política que desgarra el tejido de la sociedad; la falta de documentación para estar en el país; los miembros de la familia que son rehenes; el abuso físico, emocional y sexual que se vive en casa y en el trabajo; no ser comprendidos debido a nuestra sexualidad o a la identidad que hemos asumido. Esos y muchos otros miedos pueden impedirnos crecer y experimentar la plenitud de la vida. A causa de los miedos, a menudo nos encontramos en situaciones en las que se puede decir que hemos "cerrado nuestras puertas", como hicieron los apóstoles.
La buena noticia es que el Señor ha resucitado de entre los muertos. Que ha vencido a la muerte y al pecado. Que se aparece en medio de nosotros, a pesar de nuestras puertas cerradas/bloqueadas y nos anuncia su paz. Una paz que no nos quita las situaciones que provocan nuestros miedos, pero que nos da la esperanza de que Dios está con nosotros y para nosotros. Una paz que no puede ser destruida por los miedos y ansiedades de nuestra vida. Alegrémonos en esa paz. Refugiémonos en la victoria de Cristo resucitado.
Padre Manuel
¡Nuestro camino de Cuaresma ha terminado! ¡Cristo ha resucitado como él dijo! ¡La muerte es devorada en la victoria! (Cor 15:54)
Durante 40 días hemos caminado preparándonos para la renovación que nos ofrece la Pascua. Rezo para que las gracias recibidas durante la Cuaresma, nos ayuden a ser mejores seguidores de Jesús el Cristo.
El relato de la resurrección en el Evangelio de Juan (Juan 20, 19) dice que los apóstoles estaban reunidos con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Jesús se les apareció y les dijo: "La paz esté con ustedes". Siete días después, todavía con las puertas cerradas (Juan 20, 26), Jesús se les aparece y les dice de nuevo "La paz esté con ustedes". En el Evangelio según Marcos (16, 1-7) encontramos que las mujeres que fueron al sepulcro comprobaron que estaba vacío, que un joven vestido de blanco les anunció que Jesús no estaba allí, que había resucitado.
Las puertas estaban cerradas por miedo. El miedo de los apóstoles no era infundado. Temían que lo que le había sucedido a Jesús, les sucediera a ellos. No tenían todavía el valor de salir y proclamar a todo el mundo la buena nueva de la salvación. El miedo era real. Nosotros también sufrimos muchos miedos, algunos son fobias que nos paralizan; otros son miedos que nos advierten del peligro que nos rodea. Están los miedos que nos vienen por las cosas sobre las que no tenemos control: la salud de un ser querido que disminuye; la violencia armada que aumenta; la guerra y el hambre en el mundo; la división política que desgarra el tejido de la sociedad; la falta de documentación para estar en el país; los miembros de la familia que son rehenes; el abuso físico, emocional y sexual que se vive en casa y en el trabajo; no ser comprendidos debido a nuestra sexualidad o a la identidad que hemos asumido. Esos y muchos otros miedos pueden impedirnos crecer y experimentar la plenitud de la vida. A causa de los miedos, a menudo nos encontramos en situaciones en las que se puede decir que hemos "cerrado nuestras puertas", como hicieron los apóstoles.
La buena noticia es que el Señor ha resucitado de entre los muertos. Que ha vencido a la muerte y al pecado. Que se aparece en medio de nosotros, a pesar de nuestras puertas cerradas/bloqueadas y nos anuncia su paz. Una paz que no nos quita las situaciones que provocan nuestros miedos, pero que nos da la esperanza de que Dios está con nosotros y para nosotros. Una paz que no puede ser destruida por los miedos y ansiedades de nuestra vida. Alegrémonos en esa paz. Refugiémonos en la victoria de Cristo resucitado.
Padre Manuel